miércoles, 25 de junio de 2008

Ceremonias Zen. Breves Apuntes.

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Tanto en los templos Zen como en los centros de ciudad, suelen celebrarse ceremonias como parte de la práctica. ¿Cuál es el sentido de estas ceremonias? ¿En qué consisten? ¿Cómo integrarlas a la luz de nuestra práctica y estudio de zazen?

En la vida cotidiana del templo Luz Serena, raíz de la Comunidad Budista Soto Zen española, así como durante los períodos de sesshin, se celebran dos ceremonias al día: una después del primer zazen de la mañana y otra después del último zazen de la noche. Este mismo modelo es el que se sigue en los centros urbanos.

Existen otras muchas clases de ceremonias y ritos más complejos en el seno de la Sangha, en los que no vamos a entrar en estos pequeños apuntes, ciñéndonos únicamente a comentar las que tienen lugar en el día a día. No obstante, todos estos rituales, desde los más simples hasta los más complejos, tienen en común el erigirse como puentes entre el mundo condicionado de los fenómenos y el mundo incondicionado de lo absoluto.

Para realizar mi exposición, voy a basarme en el tipo de ceremonia que se realiza por las noches, aunque las mismas nociones son, por supuesto, aplicables a las que se celebran por las mañanas.

Durante la ceremonia es muy importante mantener un estado de conciencia despierto y lúcido que se ha generado durante zazen. Esto es, tratamos conscientemente de mantener ese estado de atención penetrante, de manera que no se produzcan pérdidas de energía a través de la relajación y de la dispersión mental que tiende a generarse cuando se deshace la postura.

En las ceremonias debemos sentarnos en la postura tradicional de seiza, con la espalda recta y el mentón recogido. Una postura conocida en el yoga como “el diamante”. El cuerpo debe estar relajado, con una ligera tensión en la línea imaginaria que un al punto situado dos dedos por debajo del ombligo, conocido en Japón como “hara” o “kikai tanden”, y otro punto situado en la espalda, entre los dos riñones, denominado por los taoístas “Puerta de la Vida” (Ming Meng)

La recitación debe surgir del fondo de nuestro vientre, pero sin forzar, llevando la espiración hacia su límite natural, seguida sin pausa de una inspiración corta y profunda. No deben realizarse modulaciones de voz según los matices de nuestra personalidad. Todas las voces deben quedar perfectamente fundidas en el ritmo y en el tono del grupo, de tal manera que, en la medida de lo posible no se pueda distinguir de quién proviene cada voz. El grupo entero debe alzarse en una sola voz, en un solo verbo, como si se tratara de una llamarada alimentada por muchas lenguas de fuego. Cada uno de los individuos representa un canal, un meridiano a través del cual fluye toda la energía del cuerpo universal que somos. Debemos derramar todo nuestro ser, todo nuestro corazón, toda nuestra conciencia en la recitación, lo mismo que hacemos en el silencio de zazen. El verbo y el silencio vibran juntos en el diamantino vacío.

Las sílabas deben pronunciarse correctamente, pero no debe haber rupturas entre una sílaba y otra. La recitación debe ser fluida y cada sílaba debe sonar de manera semejante al mantra OM OM. OM OM, sin interrupción entre ellas. Si alguien escuchara la recitación desde la lejanía debería oír un sonido semejante al de un enjambre de abejas.

En las ceremonias Zen se utilizan una serie de instrumentos. Debemos tomar plena conciencia del sonido que despliegan los mismos, del silencio que se produce entre cada sonido y del efecto que provocan en nuestra conciencia; y sentirlos como voces que nos hablan del mismo núcleo de nuestro Ser.


Tenemos el mokugyo, el tambor que marca el ritmo de las recitaciones. El mokugyo representa el corazón de la Sangha , nuestro corazón, centro de todas nuestras emociones, que ahora entra en sintonía con el corazón de todos los seres. El corazón representa e invoca a la compasión, la empatía, la capacidad intrínseca que tiene el ser humano de percibir el sufrimiento y la aflicción de todos los seres sensibles.

Con cada golpe de tambor, con cada latido de nuestro corazón común, disolvemos todo aquello que nos separa y que nos aísla de los demás y también de nosotros mismos. Disolvemos todo aquello que nos separa del sufrimiento, la aflicción, la soledad y el miedo, pero también de la alegría, la dicha y la felicidad sin objeto; ya que, si cerramos nuestro corazón al sufrimiento, estamos también cerrándole la puerta a la felicidad.

El responsable del mokugyo debe poner todo su corazón, en marcar el ritmo de la ceremonia. El ritmo que él marque, la vibración que él imprima será aquella con la que el resto de los participantes sintonicen. Su responsabilidad es muy grande por lo que deberá abandonar todo aquello que traiga consigo, todo su karma negativo, todos sus condicionamientos y… abrir su corazón.

La gran campana de ceremonias, el keizu, representa la Conciencia. La conciencia como vehículo de Sabiduría y cualidad del ser humano para darse cuenta de la realidad tal y como es. El poder innato que le ha sido concedido al hombre para rasgar los velos de la ilusión, de la ignorancia, del oscurecimiento, del amodorramiento, y poner luz allí donde hay oscuridad. Cada campanada representa también una toma de conciencia, un instante de visión correcta (shoken), cuya reverberación va diluyéndose hasta desvanecerse en el silencio y la oscuridad, a no ser que una nueva campanada, un nuevo instante lúcido vuelva a despertarla.

La Conciencia en mayúsculas también puede entenderse como la Mente Única, la Clara Luz del Ser, aquello que está más allá de lo manifestado y de lo no manifestado, el sustrato último de la existencia, la matriz ontológica de donde surgen todos los fenómenos y manifestaciones, y en donde todo ello se desvanece. Es el mar del que brotan todas las olas. Es el aire del que surgen todos los vientos. El responsable del keizu debe poner toda su atención, toda su conciencia y todo su ser en ofrecer un tañido limpio, sereno y dulce. Debe hacer sonar la campana en el momento adecuado, ni antes ni después, sino en el momento justo.

Corazón y Conciencia, Compasión y Sabiduría: las dos alas del águila que representa el despliegue completo de nuestra plena potencialidad en tanto que seres humanos.



La campana pequeña recibe el nombre de “inkin”. Marca los movimientos del maestro en el dôjô o, en su defecto, del oficiante de la ceremonia, así como de los participantes. La cadencia de ritmo cambiante, llamada “ichikato", que se realiza justo antes de las postraciones, representa a mujo , la impermanencia de todos los fenómenos, de todos los ritmos y de todas las manifestaciones.

En la primera parte de la ceremonia recitamos el Maka Hannya Haramita Shingyo, o Corazón del Sutra de la Gran Sabiduría. Un sutra es un texto antiguo que contiene enseñanzas dadas por el Buda Shakyamuni o por otros grandes maestros y recopiladas por sus discípulos. El Maka Hannya Haramita Shingyo es el texto Zen por excelencia. Se recita en todo tipo de ceremonias, tanto en las del día a día, como en las especiales. Este sutra es el único que tienen en común todas las escuelas de budismo japonés, tales como las Rinzai, Obaku, Shingon, Tendai, Nichiren, Jodo, así como otras escuelas del budismo tibetano y del budismo Mahayana. El Sutra de la Gran Sabiduría nos ofrece una enseñanza acerca del vacío (jap. ku ;skrt. sunyata ), de la Verdadera Naturaleza de nuestro Ser Incondicionado, el origen y fin de toda manifestación. Es el corazón mismo de la doctrina del budismo en general y del Zen el particular.

El siguiente texto que se recita es el Yenmei Yuku Kannon Gyo . Se trata de un darani, no de un sutra. Un darani no contiene las enseñazas del Buda ni de ningún otro maestro. Es una especie de mantra largo o letanía recitado rítmicamente con el fin de invocar ciertas cualidades, en algunas ocasiones representadas iconográficamente por budas o boddhisattvas arquetípicos. En esta ocasión la invocación es hecha al Bodhisattva Kanzeon (Avalokitesvara en sánscrito, Chenrezi en el budismo tibetano, Kuan Yin en el budismo chino), o… a Virgen María en la tradición cristiana. Cuando recitamos este darani, pretendemos despertar, pues, a la Compasión.
Al final de cada recitación se realizan tres invocaciones:

“Todos los Budas de los Tres Mundos y de las Diez Direcciones
Todos los Boddhisattvas, Mahasattvas y Patriarcas
Maha Prasjña Paramita ”


Esto es muy difícil de explicar en pocas palabras, así que debemos hacer un esfuerzo por ir más allá de los conceptos y de las categorías.

“Todos los Budas de los Tres Mundos y de las Diez Direcciones”

Aquí, alineamos nuestro espíritu de tal forma que traemos al presente todos los seres espiritualmente realizados: los maestros, los budas de todo el espacio y el tiempo, de tal manera que nos sirvan de inspiración y de aliento. Conectamos con la energía de nuestro linaje del que somos último eslabón, y con nuestro maestro, nuestro guía espiritual con quien mantenemos un vínculo especial, independientemente del espacio y del tiempo que nos separe de todos estos seres.

Esto, como todo, también guarda escondido un significado mucho más profundo. Hace referencia a la dimensión de la Mente Única que se manifiesta como formas, fenómenos, emociones, pensamientos, mundos, encarnaciones, espacio infinito, planetas, galaxias… Vibraciones de la Mente Única que se agrupan y condensan en los cinco agregados de la individualidad, generando infinidad de dharmas que vibran en el vacío.

A esta manifestación fenomenal de la realidad, se la conoce en el budismo como “Nirmanakaya ”, o “Cuerpo Visible del Buda”, la manifestación visible de la conciencia. En el cristianismo se la conoce como “el Hijo”, o el “Cuerpo de Cristo”. En el taoísmo se la conoce como energía “yin”, energía de la Tierra, que entra en la órbita microcósmica a través de un punto situado en el perineo llamado “Hui Yin ” o “Puerta de la Vida y de la Muerte”; y que se almacena en el tan tien medio, a la altura del ombligo. A esta energía se la conoce también como “ching ”.

Con esta invocación también conectamos con nuestro ser condicionado, nuestro cuerpo físico, nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestro sufrimiento fruto de la ignorancia, la relación con nuestro entorno, nuestro pasado, nuestras expectativas, la estructura de nuestro carácter… nuestro yo limitado y mortal… Tomamos conciencia de que somos todo eso… pero no somos solamente eso…

“Todos los Boddhisattvas, Mahasattvas y Patriarcas ”
Aquí invocamos y atraemos a nuestros arquetipos trascendentes y transpersonales que representan las más altas cualidades de la Humanidad como colectivo, no como individuos, y que vienen representados en el budismo por figuras arquetípicas tales como: Kanzeon Bosatsu, que evoca la compasión; Monju Bosatsu; que representa a la Sabiduría; Fugen Bosatsu, que representa a la Luz Infinita, etc.

En un sentido más profundo, hace referencia a la cualidad luminosa de la Mente Única, a la vibración no manifestada creadora de mundos, pero justo antes de que hayan sido manifestados. La vibración de la que surgen las emociones, los pensamientos, el cuerpo, la mente… Una vibración luminosa aún no manifestada y aun no marcada por las tendencias del apego, el rechazo, el sufrimiento, el placer, la claridad, la oscuridad. Una luz de felicidad y de gozo, como un amanecer púrpura que canta el principio de la rueda de la vida.

A esta manifestación de la realidad se la conoce en el budismo como “Samboghakaya ”, o “Cuerpo de Luz y Gozo”. En la tradición cristiana se la conoce como “Espíritu Santo”. En el taoísmo se la conoce como energías “chi ”, que entra por un punto situado en el entrecejo, llamado “Ying Tang”, el “Palacio de Cristal”, que baña la mente; y “shen”, que entra por un punto de la coronilla llamado “Bai Hui”, “Cien Encuentros”, el cual fortalece el alma y el espíritu, almacenándose ambos en el tan tien superior. Coincide también con el mundo de las Ideas de Platón.

Con esta invocación conectamos con nuestras cualidades arquetípicas de Verdad, Bondad, Belleza, Felicidad y Gozo Incondicionados, con sus semillas antes mismo de que se manifiesten en el mundo de las formas, antes de que circulen por nuestro cuerpo y nuestra mente y se vean teñidos por nuestro karma. Tomamos conciencia de que también somos esas cualidades Universales… pero… no somos sólo eso…

“Maha Prasjña Paramita”

Maka Hannya Haramita, en japonés antiguo. La última de las invocaciones. Es la Gran Sabiduría que supone la toma de conciencia de la verdadera naturaleza de la realidad y de lo que somos; el origen y el fin del “Anillo de la Vía”. No es ni lo manifiesto ni lo no manifiesto. No tiene ni forma, ni no-forma. Está más allá de los conceptos. Es la Clara Luz, el vacío insondable de donde surgen todas las manifestaciones. Es esencialmente perfecto, porque está más allá de la perfección y de la no perfección, de la pureza y de la impureza. Es lo que somos, no como conjunto de yoes, sino lo que SOMOS realmente, con mayúsculas. ES lo que ES. Ku, sunyata, vacío. Como decía San Juan de la Cruz al final de su ascensión al Monte Carmelo: «Nada… nada… nada…»

En el budismo se le conoce como “Dharmakaya”, el “Cuerpo del Dharma ”, el sustrato de la Verdad, que incluye al Nirmanakaya y al Samboghakaya . En el cristianismo se le conoce como “el Padre”, como “Dios”, el origen y final del Misterio de la Trinidad. En el taoísmo se le conoce como “Wu Chi ”, o “ Tao ”, la Totalidad, lo que ES. Como decía Lao Tse: «El Tao que puede ser nombrado no es el Verdadero Tao.»

Estas tres invocaciones pueden resumirse en la definición del maestro Dogen acerca del estudio del Zen:

“Estudiar el Zen es estudiarse a sí mismo.
Estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo.
Olvidarse de sí mismo es hacerse uno con todas las existencias. ”

En primer lugar Dogen Zenji dice: «Estudiar el Zen es estudiarse a sí mismo. » Hacerse uno con el Nirmanakaya ; estudiar y sanar el cuerpo físico, mental y emocional; y alinearnos para proseguir el estudio de lo que realmente somos, con voluntad, dedicación y devoción. Esto es, “creer en Dios”.

Pero el camino no se detiene ahí. Dogen añade: «Estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo.» Dejar fluir el Samboghakaya , la Verdad, la Bondad, la Belleza, la Compasión, la Felicidad arquetípicas, transpersonales, universales, mucho más allá de los conceptos y matices individualistas. Es, como decía Jung, «conocer a Dios en persona». Pero tampoco hay que detenerse aquí.

Dogen concluye diciendo: «Olvidarse de sí mismo es hacerse uno con todas las existencias .» Fundirse en el Dharmakaya , fundirse en la Clara Luz, reconocer lo que realmente somos, y liberarnos definitivamente de la rueda del samsara . Esto es, “ser Dios”, lo que siempre hemos sido.

Es muy importante no realizar las invocaciones de manera mecánica e inconsciente. Tampoco hay que pensar en todo lo que he comentado hasta este momento… sencillamente hay que olvidarlo todo, absolutamente todo y fundirse con la invocación.

De la misma forma, después de la recitación de un sutra y de un darani , se realiza lo que se llama “el ofrecimiento” o “Eko”. Después de todo el proceso alquímico que hemos desplegado, mediante el ofrecimiento vehiculamos el flujo de la energía generada durante zazen de vuelta a su origen.

Ofrecemos los méritos que hemos generado en la práctica a los maestros de la transmisión, a nuestros familiares y amigos, a todos los seres sensibles amigos, y no amigos: queridos y no queridos; conocidos y no conocidos; y no perdemos la perspectiva de la interrelación y la interdependencia que mantenemos con todas las existencias y que han propiciado que ahora nos encontremos en este momento tan propicio y en este lugar sagrado. Dedicamos la práctica al bien de todos los seres, sin dejar que brote ninguna noción de que hay alguien ofreciendo nada a nadie. Todos estamos inmersos en el mismo y único proceso evolutivo y somos fruto de él. Es esta evolución la que nos ha llevado a la práctica espiritual. Dejemos marchar toda noción de autocomplacencia…

Gracias a la ceremonia, realizamos el camino de retorno a casa. Hemos subido a la misma cima de la montaña del Puro y Diamantino Samadhi, pero ahora debemos bajar de vuelta al mercado del pueblo como testigos y mensajeros de lo que hemos visto; expresándonos en un lenguaje inteligible para las personas del mundo. No tiene sentido que nos quedemos enajenados en la beatitud de la contemplación. Ahora hay que volver a la huerta a sembrar patatas y a beber agua del botijo… pero sin perder la perspectiva de lo que hemos visto.

De esta manera cerramos el círculo. Hacemos circular la energía de vuelta a la Tierra, después de haberla transformado y reciclado a través de los meridianos que cada uno de nosotros constituimos, recorriendo toda la órbita microcósmica del Cuerpo Unitario que somos.

La ceremonia es una fiesta, un canto de victoria. Celebramos que hemos vuelto a casa y les contamos a nuestros seres queridos lo que hemos visto en nuestros viajes. A veces nos expresamos con cuentos y parábolas; otras veces con discursos o el silencio; o mediante un comportamiento moral justo, un bofetón o una sonrisa. También en forma de enseñanzas del Dharma y teniendo siempre en cuenta el nivel de conciencia de quien nos escucha. Con Compasión y Sabiduría. A través de la ceremonia hacemos el voto de dar siempre lo mejor de nosotros mismos.

El espíritu de la ceremonia queda muy bien representado por uno de los hexagramas del I Ching, el Libro de las Mutaciones; concretamente el hexagrama Chia Jen, el clan, la familia, la comunidad. Este hexagrama está compuesto por el trigrama inferior, Li, el Fuego, y el trigrama superior Sun, el Viento: “El viento que surge del fuego”. El fuego simboliza el calor interior, el calor generado por la armonía y la belleza de las relaciones. Es cada ser, cada dharma, cumpliendo perfectamente su función desde su posición dentro de la globalidad. Son los miembros de una familia, los miembros de la Sangha , ciudadanos, seres humanos, seres vivos, seres planetarios, planetas, galaxias, átomos… Cuando cada uno de nosotros sigue su ritmo natural, sigue el Órden Cósmico Fundamental, entonces brota ese fuego interno con capacidad para irradiar a su alrededor; lo cual viene representado por el viento, el influjo. Cuando nos posicionamos en nuestro lugar natural, todo el cosmos se posiciona a su vez en donde le corresponde; y entonces hay armonía y dicha. Ese es nuestro trabajo, generar el fuego del hogar y repartirlo a los cuatro vientos y en las diez direcciones para el bien de todas las existencias.

Este espíritu es una buena manera para disponerse a vivir la ceremonia. Hagamos que las semillas que broten con nuestra práctica se esparzan por el mundo como dientes de león, sin reservas de ningún tipo. No nos queramos quedar con nada. Al fin y al cabo, no hay nada que obtener.

Muhaken

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