sábado, 31 de diciembre de 2016

Un año nuevo, un nuevo milagro

Imagina un día tal como hoy, dentro de veinte, treinta, cuarenta o cincuenta años. El tiempo no importa, pero lo cierto es que estás en tu lecho de muerte; en ese lugar en el que se vuelve aplastantemente imposible seguir eludiendo a los vertiginosos ojos del abismo, de la extinción y de la desaparición. 

Ya no tienes ningún otro lugar al que mirar, ningún clavo ardiendo al que aferrarte, ninguna melodía lacónica con la que embriagarte.



Un agudo dolor desgarra tu ser desde lo más íntimo de ti mismo, acompañado por un miedo más grande y más abarcador de lo que jamás hubieras sido capaz de imaginar, aunque de alguna manera había estado pidiendo a gritos ser escuchado y comprendido durante toda tu vida, que ahora evidencia el hecho de que se te ha estado escurriendo por entre los dedos de la misma forma que si hubieras tratado de asir la luna reflejada en un límpido lago.

Tu sensación de identidad, tu ser de carne, de emociones, de pensamientos… trata de enroscarse como un gusano asustado en torno a sí misma, en un titánico esfuerzo por no mirar, por no sentir, por no aceptar el curso natural del destino, como siempre ha estado haciendo, con la diferencia de que ahora se vuelve abrumadoramente evidente.